lo escribí pensando que serías la audiencia, pero tampoco quiero que lo leas y sientes ni responsable ni culpable ni implicado ni que me compadezcas. si he sobrevivido una vida básicamente aislada y marcada por incontables instancias de sentirse que el sufrir es tan constante y normal como cualquiera sensación a la que la gente da nombre, pues bueno, imagino que sobreviviré hasta que publique algo. por lo menos. más meritoso que tattooarte. tampoco me veo viviendo en una casa ni con armas ni vigas sobre la cual uno se puede colgar, porque me conozco.
pero no quiere decir que el sufrir, y especialmente el sufrir banal de estar entre mareos y vomitos y lagrimas por todo y nada a la vez, no duele, y duele aún más en la cultura en lo cual vivimos, en lo cual el sufrir es como ser mal oliente, si vas a sufrir, hazlo de la forma más bonito posible, hazte suicidegirl, hazte puta, hazte espectáculo, cuelgate de un gancho pero sácate una foto bonita, hazte fracaso vergonzoso para alejar tu sufrimiento de nuestra lucha hacía el placer del saber que está bien y no y bríndanos por lo menos con percibir tu fracaso o de forma estética o erótica o repugnante, o a veces, de todas formas, déjanos aprovechar de tu sufrimiento, pero por favor, el sufrimiento banal es un agobio.
divago un poco. bueno, te vuelvo a repetir, todo eso no tiene una relación directa contigo, sino que no me puedo aclarar ningún pensamiento o impulso cuando estoy así sin dirigirse hacia algo que no sea otro vacío. de allí viene muchas veces mis dificultades produciendo: produciendo sólo por mi, siento como estoy dirigiendo atención y energía hacia un vacío. por eso me puedo echar una paja. cada paja es un parche sobre un vacío.
si, un parche.
una serie de parches que tapan aperturas que dan a un pozo asombroso en su profundidad. no te parece interesante que la metáfora
mas constante en mi obra visual es el labor de retazos, el patchwork de la reconstrucción y cobertura: según: soy un misil buscador de calor: quiero mi manta como uno quiere un amante.
según: me resulta tan difícil acabar las cosas porque hay algunos agujeros, roturas, heridas, que no se se tapan, porque si se se tapan caen víctima a una infección subsecuente, ahogados. tapar lo que cura mejor dejado al aire no es higiénico. sin embargo el viento cansa la consciencia, lo lleva a velada, enfría, vuela, parpadea, se pierde en el viento, en tal caso la cura hace tanto daño como el mal cuido; lo más jodida, y lo más bondadosa de la soledad es sentirse parte de la consciencia común, el canal de gris de una multitud de posibilidades en cada momento, de sentirse desnudo frente a lo que es la ilusión del congreso cotidiano. la atracción de aislarse cuando uno sufre, perderse el ruido indiviso de la consciencia en esas posibilidades, disociarse se de uno mismo como medio de escape.
luego no sentirse encajar en ninguna posibilidad. simplemente la multitud, el no cumplir de encajar, de estar expuesta a cien por cien, a cien por hora, quema algunos. no es un ciclo particularmente bonito, su único beneficio estético es que pasa por lo general, aislado y que no lo tenemos que ver.
sin embargo
sin una audiencia especifica lo encuentro casi imposible pensar de una forma convincente y comunicable, ni a mi misma. si se cae el árbol en el bosque...
es que no se cae, o más bien, que la importancia de su caída es nulo en un mundo de caídas vistas y anotadas.
hasta las piedras pueden crecer con el tiempo, piensas en una piedra, o más bien una cosa no piedra con forma de piedra pero pegajosa,
entre la garganta y el corazón que pesa más con cada revelación sucesiva, los polvos se pegan; pesa más.
se esconde cuando no está en uso. se esconde tras el esfuerzo de hacer buen animo por discreción y respeto a aquel persona o personas presente.
la compañía sugiere a una conciencia más allá la consciencia común; la compartida, ha de hacer el espacio agradable. siempre. salvo cuando no se puede.
cuando se revela como consciencia no compartida, tanto como unida por la conveniencia o la casualidad.
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